BLOG – DISTRACCIONES
“Distracción”, esta palabra que viene rondando en mi cabeza hace semanas.
Me estaba costando muchísimo concentrarme. No sé, esto del multitasking, de la inmediatez de algunas cuestiones que tienen que ver con lo que nos dejó la pandemia, que un poco se hace en “vivo y en directo” y otro poco “on line”, ¡me marea! y a la vez, me sirve de excusa y de distracción.
Al principio, me empecé a indagar por el lado de la procrastinación. Creí que era eso lo que estaba haciendo, pero no, por varias razones me di cuenta que no venía por ahí. La cuestión es que me ponía a hacer algo, y a los dos segundos tenía la cabeza en Marte. ¡Ni hablemos cuando eso “algo” que me ponía a hacer era orar o leer la Biblia! ¡Pufffff!… y leía y leía y no entendía lo que leía porque mi cuerpo estaba ahí, pero mi mente divagaba por otro lado.
“DISTRACCIÓN” me dijo el Señor. Esto es “DESENFOQUE”.
Me sorprendió bastante que Dios me dijera esto, porque yo sentía que estaba a pleno con todas las cuestiones referidas a Él… Entonces, me puse a analizar la palabra (esto para mí es siempre muy clarificador).
“DISTRACCIÓN”: Distracción es la acción y efecto de distraer. Este verbo se refiere a entretener, divertir o apartar la atención de alguien de aquello a que la aplicaba o a que debía aplicarla. Por ejemplo: “Por una distracción de la defensa, el equipo local perdió uno a cero y quedó eliminado”.
La distracción, es algo que -paradójicamente- atrae la atención de una persona. Cuando alguien se distrae, deja de prestar atención a algo y la deriva hacia el nuevo punto de interés. La psicología moderna considera la distracción como “la señal de una atención que se orienta en un sentido diferente al esperado o al necesario”. Este proceso puede provocar agujeros de memoria. Una persona distraída se convierte en una persona no fiable. La distracción, es el resultado de un desplazamiento de la atención debido, por lo general, a la fatiga o la ausencia de interés o de motivación sobre lo que se está haciendo.
¡Ok… tenía razón! ¡Dios sí sabe, Él sí me tiró el diagnóstico acertado, enfocado, puntual! Durísimo leer sobre mi desenfoque interior y no ser una persona confiable, ¡pero no soy la única! (sí, consuelo de “argenta”): “Mientras iban ellos de camino, Él entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos; y acercándose a Él, le dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada.” (Juan 10: 38 al 42 LBLA)
Distraerse, perder el enfoque, puede hacernos perder -ni más ni menos- de disfrutar de la presencia del Maestro en nuestra casa, en nuestras vidas.
Marta sabía perfectamente quién era Él, Jesús, el Maestro. Era también amigo de la casa, ella lo reconoció, supo quién era Él apenas lo vio llegar, pero su gran preocupación era que la casa estuviera en orden, que no faltara nada, ser buena anfitriona. Eligió la motivación equivocada. Enfocó en el hacer y no en el tiempo de calidad con el Maestro. Valoró lo que se ve y se pierde, y no el escuchar la palabra de vida, el tiempo de crecimiento, de intimidad. Se distrajo con el packaging y casi se pierde el valioso contenido del interior.
La distracción es una de las armas favoritas del enemigo para apartarnos de la voluntad de Dios, para restarnos eficacia, para adormecer los sentidos espirituales… para destruirnos. Es sutil… es estrategia pura. No lo vemos, no lo sentimos o tal vez no lo consideramos como una lucha espiritual. simplemente decimos: “me distraje”, “se me pasó”, “no lo registré”, “no logré concentrarme”… “Solamente pude leer un ratito la Biblia… porque me acordé ahí lo que tenía que hacer y me puse a anotar, y ya se me fue el tiempo”. “Estaba preparándome para mi devocional, y me llamó el hermanito X, necesitaba un consejo… y después enganché los compromisos de la agenda”… y otro día sin ese valiosísimo tiempo de intimidad con Dios. “Quería adorar, apartar tiempo para meterme ahí… pero tenemos muchas reuniones.” O “lo dejé para después…” y nunca llegó. Podes estar en la reunión levantando tus manos, “adorando”, aun predicando, ministrando… pero con la cabeza (y el corazón) en otro lado, totalmente distraído.
La distracción viene en forma de actividades, de ideas, sentimientos, frases, canciones, personas, relaciones… No siempre viene en forma de algo negativo, puede ser sumamente positivo, bueno, productivo, PERO NO PARA EL TIEMPO, EL OBJETIVO O LA NECESIDAD DE HOY, DE LO QUE TE PLANTEASTE COMO PRIORIDAD O DE LO QUE DIOS TE MOSTRÓ COMO PLAN.
La distracción es sutil, no inocente. Por el contrario, como dije antes, es destructiva. Provoca infertilidad, aborto de propósito, porque no haces lo que tenes que hacer en el tiempo que tenes que hacerlo. No das fruto. Una distracción es algo que te impide cumplir tu meta, llamado o destino.
Las distracciones se intensifican cuando perdiste la convicción de tu identidad, llamado o asignación. En este tiempo, más que nunca, es necesario que estemos convencidos de quiénes somos, cuál es tu identidad, tu propósito de vida, el norte a seguir. Es necesario que entiendas que Dios no terminó la obra que comenzó en vos, tampoco se olvidó, no se quedó sin presupuesto para los materiales que necesita. Él está trabajando en vos, Él sí está enfocado en Su obra maestra, en vos. Y no sólo trabaja en tu vida, sino que también Él viene a tu casa, te busca, se sienta para partir el pan, para que lo escuches, para que te conviertas en su discípulo.
Las distracciones crecen cuando estás cerca de lograr algo, cuando nos proponemos estrechar la relación con Dios, buscarlo, progresar… ahí actúan como un camino alternativo, pero que termina siendo un desvío que nos lleva a otra parte.
Las distracciones buscan también que nos desgastemos, que nos cansemos, que nos angustiemos, que perdamos tiempo y que dejemos de correr con paciencia la carrera que tenemos por delante. Las distracciones hacen que perdamos el enfoque, nos atrasan. Nos impiden alcanzar metas por falta de disciplina.
Por favor, tomate dos minutos, para todo y pensa sinceramente:
¿Cuáles son nuestras prioridades hoy, están en el lugar donde tienen que estar?
¿Nuestras agendas están siendo organizadas para tenerlo en primer lugar a Jesús o le damos de lo que sobra, si sobra?
¿Qué cosas hoy nos están costando alcanzar por falta de enfoque?
¿Qué áreas de tu vida están atravesadas por distracciones?
Jesús no rechazó la hospitalidad de Marta, le preocupó que no pudiera reconocer los tiempos, que no aprovechara ese “aquí y ahora”, el presente que traía a Jesús en persona a su casa.
¿Qué hace Jesús con Marta? La ayuda a volver al enfoque. La confronta con lo que piensa, siente y motiva, y la ayuda a enfocarse. Enfoque es encauzar, dirigir, orientar, encuadrar, iluminar. Y eso hace Jesús en nuestras vidas, cuando enfocamos en Él: nos encauza, orienta, ilumina, dirige…
Despejar las distracciones nos permite estar a los pies de Jesús, aprendiendo de Él, disfrutando Su presencia y fortaleciéndonos. Él está a la puerta y llama, no hay nada más importante que éste, SU TIEMPO.