OTROS MUNDOS POSIBLES

Publicado por Comunicaciones Confeba en

Llegamos a un momento histórico muy complejo, con cambios tecnológicos que se suceden con cada vez mayor rapidez, y frente a los cuales como sociedad (y como Iglesia) tardamos mucho en adaptarnos. Por otro lado, la actual pandemia del COVID–19, aceleró aún más algunos de estos procesos. Simplemente, a modo de ejemplo, para el común de la gente antes del 2020, cuando se hablaba de hacer una reunión, de forma obvia y automática, se pensaba en un conjunto de personas reunidas en un espacio físico. Sin embargo, hoy, cuando hablamos de una reunión debemos especificar si es presencial o virtual. Y esto no es en absoluto un dato menor. El mundo virtual derrumbó fronteras espaciales y temporales, y si bien no estoy diciendo nada nuevo, hoy en día lo vivimos en carne propia de una forma aún más significativa que antes. No hablo simplemente de operar a través del homebanking, o comprar una pizza desde el smartphone y que nos entreguen a los pocos minutos por “PedidosYa”. Lo que digo, es que hoy podemos vivir toda una vida de forma virtual. Creo que entendés perfectamente a qué me refiero.

 

Quizás, hoy estemos más cerca de aquello que vimos en la película Wall–E, aquello que mirábamos sorprendidos en el mundo de la ciencia ficción. ¿Qué tan lejos estamos de vivir nuestra vida a través de un avatar? ¿Te pusiste a pensar que, por ejemplo, cuando jugas a Free Fire, de alguna manera, lo estás haciendo? La realidad es que no estamos lejos de quedarnos tirados en un sillón, conectados a algún dispositivo durante todo el día, viviendo nuestra vida.

 

Personalmente, este último tiempo mi trabajo como director de JEBA lo he realizado desde mi casa, conectado a algunos dispositivos electrónicos. No necesité moverme para hacer mi trabajo, es más, desde marzo de 2020 a mayo de 2021, “visité” 14 países (donde ofrecí cerca de 50 conferencias/talleres); y en Argentina brindé más de 120 conferencias/talleres en 19 provincias distintas. Todo eso, sin moverme de mi casa. Obviamente, era algo que no podría hacer de forma presencial, a menos que abandonara a mi familia por varios meses. No dejo de sorprenderme, puedo estar en un mismo día en Mendoza (Argentina), Panamá y Ecuador sin abrir la puerta de mi casa. Esto es, por lo menos para mí, algo impensado hace tan solo dos años atrás (antes del COVID-19). Por otra parte, la conexión a internet dejó de ser algo accesorio, para pasar a transformarse en una verdadera necesidad. Esta favoreció la posibilidad de acceder a los múltiples mundos posibles, y con esto me refiero a la realidad de que una persona puede vivir su vida en uno (o varios) de los mundos posibles que tiene a disposición: puede desarrollarse, crecer, divertirse, trabajar, vincularse, solamente desde allí. Estos mundos posibles son absolutamente heterogéneos, y cada uno tiene sus reglas, sus normas, su microcultura. Para hacerlo súper sencillo de comprender, voy a nombrar a uno de los mundos posibles que más conocemos: el mundo evangélico. Tenemos nuestro propio “lenguaje”, cultura, ideales, normas, formas, lugares de reunión, eventos, libros, música, youtubers, héroes, personalidades, autoridades, y más. Si bien, vos y yo, sabemos que el ser cristiano no es simplemente un mundo posible, que Jesús no es una simple elección, porque Él es el camino, la verdad y la vida, y que nadie puede acceder al Padre si no es por medio de Él, no deja de ser, para el resto de las personas que aún no creen en Jesús, tan solo un mundo posible. Debemos entender esto, ya que no existe algo así como “el mundo”, sino que existen muchos mundos y allí debemos ir, allí está nuestra Jerusalén, Judea y Samaria, nuestro “último de la tierra”. Debemos ir al mundo del cine, al mundo del animé, al mundo de las empresas, al mundo gamer. La realidad es mucho más compleja de lo que era tiempo atrás, y debemos entender el fenómeno fandom, las “tribus digitales” y toda la amplia gama de posibilidades que se nos ofrecen como lugares de pertenencia, como espacios de autorrealización, como mundos posibles. Esto no presenta en absoluto una novedad, de hecho, siempre existió. Simplemente, hoy día, existen muchos más mundos posibles en el menú, y ese menú es mucho más asequible que antes. Sumo un dato más: el acceso a muchos de estos mundos posibles puede darse simplemente a través de un smartphone. Claramente, el teléfono celular (el móvil), ya no es una herramienta de comunicación, aunque haya nacido como tal. Para muchos jóvenes y adolescentes (para algunas personas mayores también) su smartphone va mucho más allá que un medio para comunicarse, es el lugar donde viven, su casa digital, y al mismo tiempo, la puerta a múltiples mundos posibles. Nuevos mundos, nuevos empleos, nuevas necesidades. ¿Estamos preparados? ¿Qué intento decir con todo esto? Que todo aquello, que esbocé sintéticamente, es tan solo una pequeña parte del contexto (o contextos) en el que estamos como Iglesia. Han surgido nuevas necesidades, nuevos problemas, pero también nuevas oportunidades. El gran desafío es soltar, o mejor dicho, dejar de estar aferrados a formas/maneras de hacer las cosas que nos impiden ser Iglesia, que obstaculizan el ir y hacer discípulos (temas de los que ya hemos hablado), pero también que nos impiden ver que la gente cambió, que el mundo cambió. ¿Cómo pastorear a una persona que no ve la necesidad de estar físicamente en un lugar, y particularmente en una iglesia?

 

¿Para qué ir a la iglesia si puedo participar del culto desde mi casa? ¿Por qué tengo que ir a la iglesia si mis sesiones con el psicólogo son por Zoom?

 

Poco a poco nos fuimos acostumbrando a que, casi todo, se puede hacer desde nuestras casas, que la educación misma en tiempo de pandemia se convirtió en algo virtual, y no solo los estudios universitarios, que en este sentido hicieron punta, sino también el mismo jardín de infantes (educación pre-escolar, educación inicial). Seminarios, cursos, compras (personalmente amo MercadoLibre, porque compro algo y al día siguiente llega a mi casa), trabajo, reuniones. Es más, tengo un vecino que es profesor de Gimnasia/ Personal Trainer y brinda clases/entrena a personas por Zoom. ¡Maravilloso! Algo impensado tiempo atrás, pero maravilloso.

 

A todo lo complejo que era entender una Iglesia que está ramificada en la sociedad, en espacios físicos, visibles, ahora se suman los lugares virtuales; donde muchas personas trabajan, se divierten, conversan, aprenden, compran, están, viven… Por eso, debemos considerar también la virtualidad como un lugar posible, como un espacio de evangelización/discipulado. De hecho, muchos jóvenes y adolescentes viven gran parte de su vida en ese lugar. Así sucede, que creer que la Iglesia de Cristo es un lugar al cual invitamos a las personas, en donde depositamos la esperanza para que la gente se encuentre con Dios parece algo ingenuo. No obstante, sigue siendo el formato que prevalece, el ideal hacia el cual caminamos, el sueño de aquellos que tenemos responsabilidades dentro de la estructura eclesiástica.

  • Quizás ya sea tiempo de cambiar el odre.
  • Quizás este contexto nos esté empujando a cambiar el odre.
  • Quizás no sea bueno encariñarse con el odre.

-Fragmento del libro: “¿Quién soy? Descubriendo mi identidad.

-Publicado por JEBA en 2021, escrito por Gabriel Bustos.

 

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